La situación en Venezuela cada vez agrava y la reacción internacional solo se limita a pronunciamientos. Como ya es de conocimiento público, la maniobras del Gobierno de Maduro por controlar un país que se fracciona políticamente y se desploma económicamente, ha demostrado una vez más que el nacionalismo chavista-bolivariano es un proyecto fallido, conformado por ideales erróneos maquillados como “Socialismo del Siglo XXI”.
Es importante resaltar que el giro político en los últimos años ha cambiado el panorama. La era de Hugo Chávez promocionada por el crecimiento de la economía china y los precios altos del petróleo que, sin duda alguna, influyeron en su poder político, ya culminaron. Hoy en día, el acercamiento de los Estados Unidos con Cuba, la destitución de Dilma Rousseff, el ingreso de Mauricio Macri como también Pedro Pablo Kuczynski a la Presidencia de la Argentina y Perú respectivamente, ha debilitado indudablemente el accionar de Venezuela, siendo blanco de un aislamiento político por parte de las naciones latinoamericanas.
Es importante resaltar que el giro político en los últimos años ha cambiado el panorama. La era de Hugo Chávez promocionada por el crecimiento de la economía china y los precios altos del petróleo que, sin duda alguna, influyeron en su poder político, ya culminaron. Hoy en día, el acercamiento de los Estados Unidos con Cuba, la destitución de Dilma Rousseff, el ingreso de Mauricio Macri como también Pedro Pablo Kuczynski a la Presidencia de la Argentina y Perú respectivamente, ha debilitado indudablemente el accionar de Venezuela, siendo blanco de un aislamiento político por parte de las naciones latinoamericanas.
La presencia de los Estados Unidos en el caso venezolano es muy particular. Si bien es cierto, hasta la administración de Obama , se consideró a Venezuela como uno de los Estados que conforman el “Eje del mal”, sin embargo, el Gobierno de Donald Trump, no estima que la situación de Venezuela deba de ser considerada de vital importancia para la seguridad nacional americana.
Los ataques constantes a las ciudades más importantes de Europa, la Guerra Civil librada entre el Gobierno sirio, los rebeldes y el DAECH, y recientemente, la actividad belicista de Corea del Norte, evidencian que las prioridades de los Estados Unidos, como una potencia mundial, se encuentran en otra parte; mientras que la situación venezolana puede no ser de vital importancia para sus intereses inmediatos, limitando su actuación a la ampliación de las sanciones económicas impuestas por la administración pasada, así como establecer comunicación con países que no comulgan con las ideas bolivarianas, caso que viene siendo liderado por el Perú.
Si bien es cierto, la mayor exigencia para encontrar una solución inmediata al caso de Venezuela, se manifiesta por medio del Órgano Legislativo, y, sobre todo, por la opinión pública, ya sean ciudadanos estadounidenses o ciudadanos migrantes e inmigrantes que residen en dicho país. A pesar de esto, el sistema económico americano continúa adquiriendo petróleo venezolano, demostrando nuevamente que los Estados se rigen por el interés, dejando los valores democráticos como una vitrina que justifica sus performances cuando el leviatán lo considera necesario.
En tal sentido, el dilema de la situación internacional de Venezuela se esboza en el respaldo que los Estados latinoamericanos poseen sobre los valores democráticos, que a su vez, es legitimada por la población venezolana; mientras que el Gobierno de Nicolás Maduro se aventaja del respeto que estos mismos Estados poseen frente a estos valores democráticos, favoreciéndose y manipulando los principios del Derecho Internacional como la No Intervención y la Libre Determinación de los Pueblos.
El Gobierno de Nicolás Maduro obtuvo beneficios por la no aplicación del Artículo 20, 21 y 22 de la Carta Democrática de la Organización de los Estados Americanos (OEA), ya que su participación en dicho organismo considerado como un “ente de Washington” fue mínimo, aduciendo que su salida ya es una realidad. La OEA nunca pudo demostrar liderazgo debido a la influencia de Venezuela con los demás Estados centroamericanos y caribeños, que están bajo los efectos de las relaciones recíprocas asimétricas, pues para ser suspendido, fue necesario el voto de los dos tercios de la Asamblea General.
El giro de una democracia que alguna vez representó el poder de un pueblo, es ahora un poder cuasi-totalitario que quiere ser edificado bajo los efectos de una Asamblea Constituyente, para otorgarle nuevos poderes al Presidente de turno. Aspecto que, curiosamente, va en contra de su misma Constitución, el cual mediante el Artículo 347 afirma que: “…El pueblo de Venezuela es el depositario del poder constituyente originario. En ejercicio de dicho poder [el pueblo], puede convocar una Asamblea Nacional Constituyente…”. Demostrando que Nicolás Maduro, desde ya, asume a carta cabal el rol como “Voz del pueblo”.
En los últimos años, la situación en venezolana ha sido un duro golpe para el desarrollo de la unificación y la buena vecindad entre los países del hemisferio americano. Venezuela se muestra como un país que tiene todas las posibilidades de retomar el liderazgo económico y político. Sin embargo, la cultura política extremista y personalista, tiende a fraccionar más que unificar. No se sabe a ciencia cierta cuál será el destino de Venezuela. Cada día es un abanico de posibilidades que van desde un nuevo autogolpe, a un golpe de Estado dentro del mismo gobierno, una intervención militar extranjera, o el prolongamiento del Gobierno Bolivariano. Solo queda seguir pendientes del tema y observar con ojo crítico todas estas aristas que nos brindan nuevas variables de análisis para el estudio del comportamiento del ser humano, y por ende, del Estado.