La reciente elección del Perú como miembro no permanente en el Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), significa un reconocimiento al rol del Estado peruano, como difusor de la paz y cooperación en el sistema internacional y dentro de la región sudamericana. Durante el periodo 2018 – 2019 , el Perú, junto a Bolivia, estará encargado de velar por la seguridad internacional, la defensa de los principios que la comunidad internacional y la Carta de las Naciones Unidas recogen.
Por consiguiente, las atribuciones por pertenecer al Consejo de Seguridad giran en torno a las decisiones vinculantes en los ámbitos de soluciones pacíficas de controversias, la recomendación y elección de magistrados en los órganos correspondientes de las Naciones Unidas, la manutención de la paz, y el uso de la fuerza si el contexto lo requiere. La responsabilidad internacional del Perú se centra en decidir y votar justamente por el bienestar de los demás Estados miembros de las Naciones Unidas, cuya autoridad es cedida mediante el artículo 25 de las Naciones Unidas.
La importancia de esta elección para el Perú, equivale a la consolidación de su imagen internacional como promotor de los pilares fundacionales de las Naciones Unidas, pero sobre todo, del afianzamiento de los objetivos nacionales del Estado Peruano. Cabe mencionar que las políticas exteriores del Perú han estado íntimamente relacionadas a los gobiernos de turno, pues los constantes golpes de Estado a lo largo de la vida republicana, han obstaculizado la formulación y arraigo de una política exterior que sea imprescindible para el desarrollo de nuestro país. De esta manera, la estructuración de la política exterior peruana se originó a inicios del presente siglo, con el regreso de la democracia. Con esto no nos referimos a que existe una correlación directa entre democracia y políticas de Estado, pues existen ejemplos de autoritarismos con políticas de Estado eficientes como lo es China, Singapur, entre otros; sino que en el caso peruano, el consenso transversal de todos los sectores públicos , partidos políticos, sociedad civil, entre otros, lograron que en el 2002, el Acuerdo Nacional sea una de las bases fundamentales del nuevo modelo de política exterior que el Estado buscaba concretar.
Este documento hace extensivo su compromiso con el desarrollo pleno de la diplomacia nacional orientada a defender los intereses de los permanentes del Estado, la promoción de la integración mediante organismos multilaterales, la defensa de los Derechos Humanos, desarrollo sostenible, la lucha contra el terrorismo, entre otros. Por otro lado, el Plan Bicentenario “El Perú hacia el 2021”, sigue esta misma línea, presentando como lineamientos base a la participación del Perú dentro de los foros supranacionales reconocidos por el Derecho Internacional, el respeto de la soberanía de los Estados, entre otros. Es así que podemos ver como ciertamente la elección del Perú en el Consejo de Seguridad no forma parte del azar, pues el trabajo de las esferas públicas, encargadas de articular las políticas de Estado, han sido constantes desde hace más de una década. El Perú es reconocido regionalmente como un Estado que ha dedicado su trabajo a afianzar las relaciones de cooperación económica con los demás actores estatales y no estatales, mediante el libre mercado y las buenas relaciones de respeto mutuo.
En este sentido, el desempeño del Perú en el Consejo de Seguridad va a significar un hito para la política exterior peruana, pues se demostrará la capacidad de gestión y propuesta para resolver los asuntos que se presenten en el periodo electivo establecido. Es evidente que la capacidad de acción del Perú en este órgano es limitada debido al poder de veto de los miembros permanentes (Estados Unidos, Francia, Inglaterra, China y Rusia) que, en cierto modo, fiscalizarían las propuestas que el Perú pueda plantear. El reto del Perú se encuentra justamente en este aspecto. Los negociadores peruanos deberán de determinar una ganancia cooperativa en los aspectos que las potencias puedan asumir como riesgosas. Sin duda alguna es una tarea complicada y a su vez, una oportunidad para demostrar que el Estado peruano posee las condiciones y está en vías de consolidar su papel en el sistema internacional, como un actor imprescindible y decisivo en los foros multilaterales.