lunes, 21 de febrero de 2022

UK- USA : La histórica relación especial




    Históricamente, la relación especial que existe entre los Estados Unidos y el Reino Unido ha sido estrecha y familiar. No cabe duda alguna que la manera en cómo surgió los Estados Unidos ha influenciado en su desarrollo como nación, pues los valores y principios que trajo la colonización inglesa fue lo que influencio y marcó la diferencia entre la administración del continente americano si tomamos en cuenta lo sucedido con América Latina. Asimismo, esta hermandad que existe entre ambos países se ha visto en momentos donde las relaciones se vieron reforzadas por motivos bélicos, lo que dio como resultado una mayor aproximación entre su cooperación política, económica y militar.

    El inicio de esta buena relación entre ambos Estados pueden entenderse mejor si se ven los inicios del siglo XX. A raíz de las dos grandes guerras mundiales, el acercamiento político fue notable. No fue hasta en 1940 donde Winston Churchill acuñó esta definición basada en una “relación especial” en su discurso de 1940. Sin embargo, es necesario repensar este concepto. La relación especial se puede entender como un mecanismo que puede usar un Estado que está en cierta relación inequitativa de poder, es decir, cuando un Estado más débil trata de usar un bandwagoning para con el Estado más poderoso. Asimismo, las circunstancias que emanaron en la Guerra Fría demostraron que el periodo de la reconstrucción europea las relaciones de poder eran positivas para los Estados Unidos, pues al ser el “protector” de los países europeos contra la amenaza del comunismo soviético, las relaciones eran asimétricas. Con el paso de los años y en medida a que la economía y la tecnología militar iba avanzando, el Reino Unido fue equiparando el poder militar hasta tener la capacidad de poder defenderse nuclearmente. A pesar de esto, la capacidad del Reino Unido no puede ser comparada a la que poseía en el siglo XIX ni a la capacidad militar que tuvo los Estados Unidos a partir de 1945, pero si es crucial afirmar que su calidad de potencia fue repuesta en el sistema internacional. De esta manera, dentro de nuestro ensayo vamos a analizar la relación especial entre los Estados Unidos y el Reino Unido para así determinar en qué medida el soft power estadounidense influenció en el desarrollo de la política de Londres sin controlarla completamente, como también determinar puntos en la historia donde el soft power de Washington fue contrarrestado con la posibilidad de existir un conflicto de intereses entre potencias.

    Por consiguiente, vamos a abarcar una breve introducción histórica de las relaciones entre ambas naciones para poder entender el contexto, para poder seguir con el desarrollo de nuestra problemática en base a los puntos señalados y hacer una breve conclusión sobre nuestra posición sobre demostrar de qué manera las relaciones han estado marcadas por un soft power que nació luego de la post Segunda Guerra Mundial y que ha logrado configurar el poder en el sistema internacional.

    El poderío del Reino Unido tuvo su apogeo en el siglo XIX, la fuerza naval que poseyó fue indudablemente la más fuerte del mundo, es con esto que su influencia se pudo expandir por todos los continentes. Como toda potencia, las grandes crisis políticas trajeron desafíos que deben de superarse, algunas tienen éxito y otras se hunden con ellas. Los primeros momentos donde el poderío del Reino Unido se vio enfrentado en una guerra desgastante fue en la Primera Guerra Mundial (1914-1918), pero no fue hasta la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) donde los procesos emancipadores impulsados de las colonias inglesas debilitaron aún más el su poderío; teniendo en cuenta que en 1947 las emancipaciones en la India y Pakistán fueron un ejemplo para las demás colonias que buscaban la independencia igualmente. A partir de estos eventos la descolonización del Medio Oriente y África fue inevitable, dejando el poder británico aún más debilitado.

    La post segunda guerra mundial dio a entender que la pax británica había culminado y ahora los Estados Unidos iban a asumir el liderazgo mundial. La relación histórica de ambos Estados estuvo influenciada por la herencia y el conflicto de intereses durante la guerra de independencia americana. A pesar de que el Reino Unido poseía la fuerza marítima más poderosa del mundo en el siglo XIX, el gobierno de los Estados Unidos aún se mantuvo firme y basó sus estrategias porque estaba seguro de que la Royal Navy iba a impedir cualquier intento de desequilibrar sus intereses en el continente americano. De esta manera, los Estados Unidos fueron creando momentum en la parte del Océano Pacífico para poder estar preparado para futuras expediciones. Los efectos de la Segunda Guerra Mundial demostraron que la decadencia del imperio británico debido a la perdida de sus colonias más importantes – India y Pakistán- hicieron evidente que el poderío militar estaba basado en la dependencia de mano extranjera para luchar sus expediciones imperialistas.

    El desenlace de la Segunda Guerra Mundial le permitió a los Estados Unidos ver la necesidad de poder generar un sistema de seguridad efectiva que pueda ahora contener la expansión del comunismo de la Unión de República Socialistas Soviéticas (URSS). Con el llamado de Winston Churchill en 1940 donde se hacía explícito la relación especial que estas dos naciones tenía, se pudo entender que el Reino Unido reconocía la necesidad de contar con los Estados Unidos como un aliado que estaba destinado a ser el actor clave en el desenlace de la guerra. De esta manera, el resultado de la guerra trajo nuevos desafíos para los Estados Unidos, ahora tenía que lidiar con la nueva reconfiguración del sistema internacional y un actor como la Unión Soviética, que, por su posesión geográfica, iba a determinar el camino de los próximos años en la política mundial. La contención del comunismo soviético trajo un acercamiento militar que se basó en tres puntos principales: economía, tecnología y conocimiento basado en inteligencia política.

    El Plan Marshall fue un proyecto destinado a la reconstrucción de Europa mediante el apoyo directo de los Estados Unidos para combatir los estragos que trajo la Segunda Guerra Mundial. El soft power que contrajo este programa fue indudable. Evidentemente los Estados Unidos proyectaron su influencia al realizar este plan, pues el apoyo económico en Europa creó un sistema de bloque que formaría parte de este nuevo sistema bipolar característico de la Guerra Fría. Con este apoyo económico, el reforzamiento de las relaciones bilaterales entre ambas naciones incrementó de una manera positiva. La estrategia de los Estados Unidos también tenía la intención de consolidar esta relación especial lo antes posible, ya que la presencia del Reino Unido en diversas partes del mundo le brindara una ventaja militar para los Estados Unidos en torno a la movilización de su poder militar. Además, la presencia del Reino Unido en el Medio Oriente fue un factor clave, ya que significó el puente para ingresar por primera vez a una zona rica en recursos naturales.

    Por otro lado, el intercambio de tecnología en la post segunda guerra fue principalmente la idea de desarrollar armas nucleares. El Reino Unido tuvo un rol esencial en el desarrollo de la tecnología que fue destinada a crear las primeras bombas nucleares, pero a pesar de esto, fue de uso exclusivo de los Estados Unidos. Ante tal respuesta, la incertidumbre de la época hizo que el gobierno británico busque la manera en conseguir el apoyo estadounidense mediante tratados y acuerdos de cooperación que puedan agilizar el proceso de nuclearización británico. El Tratado de Québec y del del Acto McMahon en 1946, hizo que el Reino Unido comprenda que su status ahora dentro del sistema internacional sea de vital importancia para otro Estado, pues la denominada “relación especial” podría ser entendida como un espejismo del soft power estadounidense para apoderarse del continente europeo y tener mayor control en su calidad de nueva potencia mundial. Es así que la deterrance fue un acto que se vio necesario como la única solución en un escenario donde existía la amenaza del comunismo y las dudas sobre la retirada estadounidense de Europa, o de sus verdaderas intenciones en un escenario en donde aún no existía la Organización del Tratado Atlántico Norte (NATO).

    El éxito de los programas nucleares británicos le brindaron una imagen renovada, pues ahora la defensa de su integridad nuevamente caería en sus propias manos. El desarrollo de un arma nuclear no le pudo regresar su calidad de potencia mundial, pero le dio el status de país con capacidad nuclear, un puesto que pocos Estados podían gozar. Esta nueva independencia que ganó el Reino Unido al lograr concretar su programa nuclear en 1952, más aún con la bomba de hidrógeno, fue una demostración de que podrían hacer frente a cualquier amenaza proveniente de cualquier frente. Podríamos afirmar que este avance tecnológico renovó el respeto de los Estados Unidos hacia el Reino Unido, pues desde la dos pruebas nucleares de 1952 y 1957, se generaron más mecanismos de cooperación, como la US –UK Mutual Defence Agreement firmada en 1958 que tuvo como finalidad el intercambio de información sobre la producción de armamento nuclear, como también el envío de armamento balístico nuclear a tierras británicas. Si bien es cierto, el Reino Unido había logrado con mucho éxito el desarrollo de energía nuclear para uso civil, estos servían de uso pacífico (Magnox Reactor), logrando un mejor desarrollo para el beneficio eléctrico de la sociedad.

   Sin duda alguna, la política de Washington en la Guerra Fría, de pasar por una política de aislamiento, pasó por la proyección de su influencia mediante el soft power político y cultural. Hablar de la apropiación cultural que tuvo lugar el bloque occidental, es hablar de un proyecto que nació desde los Estados Unidos, planeado o no, la expansión de la nueva cultura estadounidense fue una herramienta efectiva para poder defenderse de la amenaza comunista en otros frentes. Esta proyección de soft power cultural demostraba también que el capitalismo era un medio de desarrollo y prosperidad, lo que de cierta manera revertía el “efecto domino” en el contexto de la Guerra Fría; con esto hacemos referencia a una política de contención que intentaba evitar que un Estado parte del bloque occidental caiga en manos de influencia soviética, ya que, si uno de estos caía, era probable que los próximos a este también caigan en la influencia soviética. La influencia de la democracia liberal en aquellos países que buscaban el progreso mediante la ayuda del bloque capitalista fue un factor determinante para los Estados Unidos, pues la manutención de su “fidelidad” para con el bloque occidental era conveniente para su estrategia. Es por esto que el interés por mantener una zona de influencia que ayude a preservar estos nuevos valores en los Estados capitalistas, era la principal preocupación de los Estados Unidos.

    Evidentemente, el gobierno de los Estados Unidos sabía que la proyección de su cultura hacia los otros Estados iba a garantizar un acercamiento cultural y un rechazo automático hacia la cultura soviética. Asimismo, el soft power estadounidense influyó en el Reino Unido mediante la introducción de los productos industriales, musicales, televisivos y entre otros. La cultura “pop” americana reforzada con las imágenes proyectadas por Hollywood y en la música -jazz, blues- trajeron el arraigo por seguir consumiendo estos productos, generando efectos que iban hasta producir olas migratorias hacia Norte América. Esta cultura también impulsó lo que fue la construcción social del “sueño americano”, una idea que generaba esperanzas para aquellos que deseaban progresar y lograr una calidad de vida superior; esta concepción fue de gran publicidad capitalista para seguir este modelo de desarrollo, llegando así también a generar olas migratorias hacia el país norteamericano. La internacionalización del poder de los Estados Unidos trajo consigo un efecto envolvedor hacia los países capitalistas; este fue el resultado del decaimiento de las potencias mundiales y de la reestructuración del sistema internacional, pues con la bipolaridad, cada Estado pudo redirigir a su manera cómo querían perfilar el mundo bajo su poder político. La relación especial de los Estados Unidos y el Reino Unido no fue parte de un producto del azar. Como ya lo hemos mencionado anteriormente, la herencia histórica entre ambos le permitió a las relaciones políticas tener puntos en común que lograron despejar a aquellos puntos que fueron conflictivos.

    Un factor que es importante mencionar, es que el soft power que emana de los Estados Unidos puede ser diferenciado del que tenía el Reino Unido en su periodo de apogeo, pues si tomamos en consideración las acciones del gobierno británico, su capacidad de influir en los asuntos internos de estos fue más decisivo y comprometedor a diferencia de los Estados Unidos. Si tomamos en cuenta la manera en cómo actuó los Estados Unidos a lo largo de la Guerra Fría, su intervencionismo no fue directo, se realizó mediante actores que intercedieron defendiendo sus intereses (aunque existen casos en donde la intervención fue directa); asimismo, aún con el fin de la Guerra Fría ha habido pocos sucesos en donde ha podido intervenir directamente y, a diferencia del imperio británico, no ha tenido el mismo éxito. Por otro lado, son pocos los hechos donde esta relación especial ha sido puesta en prueba. Si tomamos en consideración los eventos ocurridos en la Guerra Fría, como fue lo ocurrido con el Canal de Suez (1956), la falta de apoyo a los Estados Unidos durante la Guerra de Vietnam (1975) , la relación especial ha tenido momentos cruciales. Uno de los momentos en donde podemos considerar que existió una relativa tensión en esta relación ha sido la cuestión de las Islas Falkland/Malvinas.

El desarrollo de este evento fue en un contexto donde la situación económica del Reino Unido pasaba por los estragos de una crisis de la libra esterlina, la cual la conllevó a recurrir a un préstamo por parte del Fondo Monetario Internacional (FMI). La respuesta del gobierno británico ante la intervención militar de Argentina en las islas en cuestión fue un intento de demostrarle al mundo de qué aún existían reminiscencias de su poderío como potencia; sobretodo, la demostración de poder de la Primera Ministra Margaret Thatcher ante una oposición parlamentaria y ante el mundo. La respuesta de los Estados Unidos fue de buscar un punto medio que pueda ayudar a una salida pacífica. Argentina, para el gobierno estadounidense significaba un aliado crucial en la lucha anticomunista latinoamericana; si bien es cierto, el involucramiento de la Junta Militar Argentina en Nicaragua, en el desarrollo del Plan Cóndor y entre otros, fue de gran impacto para los intereses estadounidenses. Por lo tanto, esta guerra entre dos aliados fue elegir entre la relación especial o un aliado estratégico en América Latina. Sin embargo, ante la negativa de la Junta Militar y el peso que ejercía la NATO frente el Tratado de Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR), los Estados Unidos le dieron su respaldo al Reino Unido. Es importante resaltar este punto ya que podemos apreciar como los intereses estadounidenses por resaltar su relación especial con el Reino Unido fue priorizado. Desde entonces, las intervenciones por parte de los Estados Unidos en sus diversas incursiones en el Medio Oriente fueron respaldadas por el gobierno británico, convirtiéndose un aliado que va a estar presente y muy cercano a las decisiones provenientes de Washington, y que, además, la presencia de esta relación especial proyectaría la continuación indirecta de un imperio con descendencia anglosajona.

    La relación especial entre los Estados Unidos y el Reino Unido puede considerarse como un proceso que se ha desarrollado a partir de eventos históricos. Tras las dos grandes guerras mundiales, los Estados Unidos demostraron al mundo que ahora el liderazgo del nuevo mundo estaba en restructuración; el soft power estadounidense contrajo la nueva expansión política determinó su capacidad de acción en el bloque occidental. El proyecto de Washington tuvo la única finalidad la consolidación de su poder en el sistema internacional, como también de tener la capacidad de poder influir en sus aliados. Este proyecto fue respaldado por el contexto, en donde la Unión Soviética pasaba ahora a ser la gran amenaza para la democracia. Es así como la influencia política estadounidense tuvo un éxito relativo propagando la democracia liberal y la cultura estadounidense en dichos Estados.

   Por consiguiente, podemos afirmar que la relación especial de los Estados Unidos con el Reino Unido se consolido a finales de la Segunda Guerra Mundial, pues la victoria y recuperación económica e infraestructural de esta guerra se dio gracias al gobierno estadounidense y su interés de evitar la caída de Europa ante el comunismo. Sin embargo, como hemos analizado, existen momentos en donde las relaciones fueron variantes. Episodios como la “independización militar” británica por conseguir armas nucleares y depender menos de los Estados Unidos, la intervención en el Canal de Suez, la Guerra de Vietnam y las islas Falklands/Malvinas, fueron momentos donde se hizo claro una contraposición de intereses que, si bien es cierto, no escalaron a más. La relación especial que fue más estratégica que amistosa, superó cualquier impase. Asimismo, hemos podido ver que el cambio de potencia se dio curiosamente como un tipo herencia política, pasando por una pax británica a una pax americana en el bloque capitalista occidental; con lo que el nuevo panorama para los Estados Unidos estuvo marcado de diversas oportunidades que supo aprovechar, haciendo del desarrollo de la Guerra Fría un programa estratégico contra soviético que fue secundado por el bloque occidental, y, por ende, por el Reino Unido.

viernes, 26 de abril de 2019

El Perú y los Estados Unidos: Una agenda pragmática

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Las relaciones entre los Estados Unidos y el Perú han estado caracterizadas por una agenda neutral, basada en las necesidades del momento, pero sin ningún plan que influya de forma determinante. Sin embargo, no siempre han estado marcadas por una política de cordialidad, pragmatismo y cooperación. Como bien se sabe, Estados Unidos ha estado presente en los momentos más importantes de la historia peruana, aspecto que además fue determinante, ya que este ha sido mediador en conflictos que el Perú tenía con sus vecinos limítrofes.

Como puntos críticos, se puede resaltar la tensión diplomática con respecto a la venta del guano debido a la guerra civil que se desarrolló en 1858 entre Vivanco y Castilla. Asimismo, se puede decir que, en el año 1968, durante el primer periodo de la Junta Militar, las relaciones peruano- norteamericanas atravesaron un periodo de confrontación ante las políticas de expropiación de empresas estadounidenses por el gobierno de facto del General Velazco Alvarado.

El gobierno de los Estados Unidos contaba con las llamadas enmiendas Hickenlooper y Pelly, entre otras; que además de estar denominadas bajo el nombre de los legisladores norteamericanos, estaban destinadas a reducir sendos volúmenes de ayuda que proporcionaban los Estados Unidos al Perú a través de las leyes de ventas militares, ley de asistencia externa, entre otras. El entendimiento y la compensación a las empresas norteamericanas pudo restaurarse a través del Acuerdo Greene – De la Flor, pues compensó en cierta manera a las empresas norteamericanas que había sido expropiadas[1]. A finales del siglo XX, a raíz del Autogolpe de Alberto Fujimori, los Estados Unidos consideraron que el Perú nuevamente estaba yendo en contra del sistema democrático impulsado por estos, dejando las negociaciones ante una eventual ayuda frontal en la lucha antisubversiva.

Por otro lado, es evidente hacer mención que estas relaciones han estado marcadas por una inequitativa relación de poder. Indudablemente, los Estados Unidos no tienen ningún interés por el Perú más allá de mantener un aliado en la región para continuar con su presencia en América Latina. En cambio, el Perú si posee intereses que son propios de un país en vías de desarrollo que está en la búsqueda de mejorar su economía y status en el sistema internacional.

En el 2009, el Perú logró concretar un Acuerdo de Promoción Comercial con los Estados Unidos que llevó al Perú ha reforzar mecanismos de control a un nivel multisectorial para poder cumplir con los estándares que la legislación estadounidense demandaba. Dentro de estos mecanismos se abordan aspectos como las Medidas Sanitarias y Fitosanitarias, Contratación Pública, Políticas de Competencia, Telecomunicaciones, Derechos de Propiedad Intelectual, Transparencia, Medio Ambiente, entre otros[2]. Más allá de considerar los ganadores y perdedores como consecuencia de este acuerdo, el Perú pudo lograr un acercamiento significativo hacia Estados Unidos que le garantizó un puesto como un aliado económico clave en la región.

Por consiguiente, en el 2011 la Alianza del Pacífico surgió como un bloque regional que respaldaba los Tratados de Libre Comercio (TLC), contrapolándose con las políticas del Mercado Común del Sur (MERCOSUR) y la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA) liderada por Hugo Chávez. La agenda de los Estados Unidos saludó la iniciativa, pero no la consideró un eje de interés nacional.

En la actualidad, la administración de Donald Trump ha logrado que este aspecto sea más evidente. Su política no está dirigida hacia América Latina, pues hay mayores intereses como mantener su influencia en Asia y en el Medio Oriente, pero, sobre todo, dentro de su frontera. Es vital para los Estados Unidos mantener el status quo dentro del hemisferio americano mas no implementar o generar un nuevo sistema de relaciones que pueda contraer nuevos efectos, aunque indudablemente sus políticas nacionales tienen cierto efecto sobre sus asuntos externos, como lo es con el muro en la frontera con México. En los últimos días hemos sido testigos de cómo el Secretario de Estado de los Estados Unidos, Mike Pompeo, en su visita al Perú felicitó al gobierno por su apertura fronteriza hacia los venezolanos que ingresaban al país; sumándose a la lista de acciones de low politics que la administración estadounidense ha decidido tomar en este asunto.

Es así que podemos ver cómo las relaciones entre el Perú y los Estados Unidos están basadas en la profundización de sus relaciones económicas -caracterizadas por una interdependencia de nuestro país hacia los Estados Unidos- iniciadas con el desplazamiento del Reino Unido a inicios del siglo XX; y por necesidades inmediatas que van marcando el accionar de ambos países conforme suceden los hechos, siempre y cuando vayan en contra de los intereses nacionales de uno de los dos actores, pero en general, de los Estados Unidos.

Bibliografía:

[1] RUBIO CORREA, JULIO FÉLIX. 2016. LAS NEGOCIACIONES POLÍTICAS EN EL TRATADOS DE LIBRE COMERCIO DEL PERÚ CON LOS ESTADOS. FUNDACIÓN ACADEMIA DIPLOMÁTICA DEL PERÚ (FADP). HECHO EN EL DEPÓSITO LEGAL EN LA BIBLIOTECA NACIONAL DEL PERÚ. LIMA, PERÚ.
[2] IBÍDEM.

Breviario peruano: Trata de Personas


Al pasar los años, nuevos métodos de criminalidad aparecen en la sociedad peruana debido a la innovación tecnológica y rutas que se construyen en el país; originando grandes retos para el gobierno peruano. Estas problemáticas han obligado al Estado a tomar acciones que puedan contrarrestar sus efectos en la sociedad. A pesar de esto, los esfuerzos estatales por erradicar los males como el tráfico ilícito de drogas, la minería ilegal, la explotación laboral, la trata de personas, y entre otros, son temas que aún no han podido ser solucionados completamente.

Hoy en día hablar de trata de personas, es hablar de prácticas que suceden diariamente y que, en cierta medida, son aceptadas por la mayoría de personas dentro del sector donde ocurren estos hechos. Es necesario tener en cuenta que al abordar la trata de personas, es mencionar todo un proceso que empieza desde la captación de las victimas mediante promesas económicas, falacias, y hasta favores familiares, para seguidamente retener su Documento Nacional de Identidad (DNI), hasta su explotación en donde se le obliga a prestar un servicio sexual, ingresar al mundo del narcotráfico, o laborar en zonas donde la minería ilegal reina; entre otras actividades.

En muchos de los casos, la trata es ejercida por personas que han dejado su calidad de victimas a ser victimarias, consolidando un proceso cíclico sin fin. Sin embargo, existen casos en donde la trata es aceptada por la victima; con lo cual, se generaría un precedente, una barrera para el procesamiento judicial posterior. Es así que, una mujer que labora como empleada del hogar o en la prostitución, puede estar bajo esta práctica teniendo plena consciencia de su rol en el crimen. La trata está ceñida a prácticas autoritarias que hacen que la víctima pierda parcialmente su libertad, poniéndolas en un estado de subciudadanos.

A pesar del esfuerzo transversal de todas las entidades del gobierno por frenar esta problemática, la trata de personas sigue avanzando y se destipifica continuamente, haciendo difícil el estudio y su ilegalización. Con esto nos referimos a que, en los documentos legales, como por ejemplo el Protocolo de las Naciones Unidas para Prevenir, Reprimir y Sancionar la Trata de Personas, Especialmente Mujeres y Niños – o más conocido como el Protocolo de Palermo- , no tiene una precisión y sanción específica para casos en donde, por ejemplo, haya consentimiento de la víctima. Esto hace que los códigos penales de los Estados no puedan identificar correctamente el acto ilegal.

Adicionalmente, el Estado se ve imposibilitado a intervenir en la actividad económica de las empresas que no están ligadas directamente a estas prácticas. Los vínculos con estas organizaciones criminales benefician inevitablemente a la trata de personas. Por lo tanto, tenemos casos de empresas turísticas que brindan alojamiento a turistas nacionales e internacionales que vienen y consumen en bares donde existe explotación laboral y donde se brindan servicios sexuales.

La complejidad de este tema hace que el Estado peruano tenga que reforzar su accionar para poder erradicar las nuevas formas de organizaciones criminales, basadas en el parentesco, métodos de captación, rutas de transporte y una jerarquía difusa dentro de su accionar, con la finalidad de fortalecer su soberanía dentro del territorio.

Capacidad estatal peruana: Gestión de desastres naturales

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La naturaleza tiene la capacidad de reordenar las cosas a voluntad sin impedimento alguno. Esta característica es fundamental para comprender la relación estrecha entre la naturaleza y el ser humano en tanto a la construcción de la sociedad. Ante todo esto, nuestro país ha pasado, a lo largo de sus años como república, por diversos procesos naturales que han dejado estragos sociales y políticos en su desarrollo.

Es evidente que el Estado peruano no ha podido conllevar una respuesta efectiva frente a los desastres naturales en su fase preventiva. Existen diversas políticas generales que han creado un marco normativo eficaz que permite tener un panorama claro sobre estos riesgos a la sociedad. Entre estas políticas, tenemos al Plan Nacional de Gestión del Riesgo de Desastres (PLANAGERD) 2014-2021, que complementa la ley 29664 sobre la Gestión del Riesgos de Desastres (GRD), creando así el Sistema Nacional de Gestión del Riesgo de Desastres (SINAGERD). Esta política abarca todos los aspectos como la prevención de los riesgos, capacidad de respuesta, recuperación económica/social,entre otras.

Asimismo, es importante mencionar que estas herramientas son parte de esfuerzos influenciados desde la esfera internacional. En el 2015, con la culminación de los objetivos del Marco de Acción de Hyogo (MAH), se adoptó un nuevo instrumento, el Marco de Acción de Sendai (2015-2030), en la Conferencia Mundial sobre Reducción de Riesgo de Desastres organizada por la Organización de Naciones Unidas (ONU). Las ideas contenidas en este documento sientan las directrices generales de los planes nacionales que los Estados deben desarrollar y adecuar para la prevención y gestión de desastres naturales.

Por lo tanto, es importante resaltar que, a pesar de existir directrices y herramientas que nos informan sobre los procesos a seguir, la respuesta estatal peruana es muy distinta a la hora de accionar frente a los desastres naturales. Evidentemente, países del primer mundo como Japón, Estados Unidos, entre otros, poseen una infraestructura planificada que permite una respuesta rápida y eficaz ante un escenario negativo. En países en vías de desarrollo, como el Perú, la planificación urbana no ha sido promovida por el Estado. Los procesos migratorios en el país se dieron con mayor fuerza a partir de la década de los setenta, dando paso a asentamientos humanos y la construcción de zonas urbanas en donde la naturaleza tiene un curso natural.

A pesar de tener políticas centrales sobre la GRD, que están contempladas en documentos transversales como el Acuerdo Nacional (Política N° 32 y 34) y el Plan Bicentenario hacia el 2021 ( Eje N° 6), la capacidad estatal del Perú es muy tardía y poco eficaz. La geografía del país, la descontinuación de las políticas en los niveles de gobierno y la poca presencia del Estado para la organización territorial, son variables que nos ayudan a comprender por qué la gestión estatal se centra más en la respuesta – que en muchos de los casos es tardía- y recuperación económica/social, que en la prevención planificada. Adicionalmente, los procesos de transparencia son fundamentales para contrarrestar actos de corrupción que afectan directamente al presupuesto dirigido a infraestructura, ocasionando el debilitamiento de sus respectivas zonas administrativas.

Es menester que la administración peruana ejerza más su soberanía en el territorio para poder tener un mejor control de los procesos de urbanización, pues la legalización de estos procesos podría prevenir el asentamiento en lugares que son geográficamente inhabitables. El anhelo del Perú por ser parte de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), tiene que incentivar la mejora de estos aspectos, ya que solo así se puede tener un desarrollo que vaya de acorde con los procesos naturales.

Balances en la Cuenca del Pacífico


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Hablar de la complejidad del mundo, es hacer mención a todos los procesos políticos, económicos, sociales y culturales que se desarrollan dentro del sistema internacional. A fines del siglo pasado, con la victoria de los Estados Unidos frente a la Unión Soviética, en el periodo denominado la Guerra Fría, las políticas neoliberales tomaron mayor protagonismo en las administraciones estatales. El sistema internacional pasó de la predominancia de los asuntos netamente políticos a económicos.

En los últimos años, los intentos por formular un acuerdo comercial que involucre a las economías más dinámicas del Asia Pacífico, se direccionaron hacia el Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP). Este acuerdo involucró a doce países: Japón, Estados Unidos, Australia, Nueva Zelanda, Malasia, Brunei, Singapur, Vietnam, Canadá, México, Perú y Chile. El liderazgo de los Estados Unidos en este aspecto finalizó paralelamente con el término del mandato de Barack Obama; el rumbo comercial de los Estados Unidos viró hacia el inicio de una era de proteccionismo y aislacionismo dirigido por Donald Trump. El retiro de los Estados Unidos del TPP es, sin duda alguna, algo que ya se había anunciado por el mismo mandatario y por lo tanto, esperado. Estas acciones generaron en su momento un clima de incertidumbre en los acuerdos que se habían concretado previamente en las diversas rondas negociadoras del presente acuerdo.

Sin embargo, la salida de los Estados Unidos, más allá de perder un socio comercial importante, brinda una oportunidad para el Perú. El nuevo acuerdo impulsado por Japón, a raíz de la salida de los Estados Unidos, reagrupa a los once países que apuestan por el libre comercio. La necesidad de competir en el mercado estadounidense ha dejado de ser un factor importante. El Tratado Integral y Progresista de Asociación Transpacífico (CPTPP) firmado en marzo del 2018, en su estructura, cuenta con los mismos puntos negociados previamente a excepción de aquellos en donde la administración de Obama puso más énfasis referidos a propiedad intelectual, entre otros.

A lo largo de los últimos veinte años, la hegemonía estadounidense se ha venido debilitando. Desde la infructuosa invasión a Iraq y Afganistán, el contrapeso a sus intereses a surgir de parte de China y hoy en día por el despertar de Rusia. Dentro de los intereses chinos, el Área Libre Comercio del Asia Pacífico (FTAAP), es un documento, negociado desde el 2006, que pretende tener las mismas características que el TPP11. Los intereses chinos giran en torno a lograr también la Alianza Regional económica (RCEP) que conforma países del mar continental chino. La posición de Rusia frente a los cambios geopolíticos en el sudeste asiático, van hacia la consolidación de la Unión Económica Euroasiática (UEE), y en especial, el fortalecimiento de Rusia en el sudeste asiático. Este acercamiento económico se va efectuando mediante herramientas comerciales hacia los países que conforman la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN), siendo Vietnam el primer país con el cual se firma un Tratado de Libre Comercio (TLC).

China y Rusia son conscientes que la lucha por la hegemonía en Asia, no solo se da por medio de la “reconquista” económica sino en el rol que se debe de proyectar frente al Océano Pacífico, espacio decisivo para el control y el posicionamiento en las diversas tensiones que podrían producirse en esta parte del globo. Las relaciones internacionales en el Asia – Pacífico están pasando por un contexto de cambios profundos, de nuevos mecanismos de integración y de nuevas alianzas que van a determinar el desarrollo del comercio exterior y la política internacional, dejando de lado a los Estados Unidos junto a su doctrina proteccionista del “America First”.

Perspectivas regionales: Venezuela, un Estado en juego

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El 2019 para Venezuela empieza con una gran tensión entre los poderes del Estado. La situación actual del país ha derivado en la agudización de las contradicciones sociales/ políticas; entre los simpatizantes del chavismo y la oposición, demostrando que el sistema político venezolano atraviesa por su crisis más importante desde los últimos años.

Para comenzar, es importante mencionar que el sueño chavista de impulsar un proyecto netamente venezolano de un “Socialismo del Siglo XXI”, se ha visto derivado en un proyecto sin rumbo ni base. Un sistema basado en la militarización del poder y el poco respaldo a la clase obrera, demuestra que el experimento chavista bolivariano-nacionalista está pasando por un momento en donde las políticas paternalistas buscan justificar su posicionamiento en el poder. Por consiguiente, se ha logrado institucionalizar un proyecto sistemático de corrupción, vinculado posiblemente con actos ilícitos como el narcotráfico, que sólo ha generado el debilitamiento de su economía y como el de su legitimidad frente al sistema interamericano e internacional.

De igual manera, las victorias chavistas en tanto a los proyectos sociales, hoy en día ya no tienen el mismo impacto como lo tuvieron durante la gestión del difunto ex presidente Hugo Chávez (que además tuvo el apoyo del gran auge económico chino) generando un descontento dentro de los mismos sectores chavistas.

En respuesta a este status quo, la Asamblea Nacional (AN), elegida democráticamente por el pueblo, ha buscado apoyo en la comunidad internacional para una posible intermediación diplomática y hasta militar. Es importante mencionar que la oposición venezolana, a lo largo de los últimos años, no ha podido unificar sus propuestas y presentar una fuerza consolidada que pueda hacer frente al chavismo. Por lo tanto, no ha sido hasta la designación del diputado Juan Guaidó como “Presidente Interino” de Venezuela, por parte de la Asamblea Nacional, en el que se ha podido tener una respuesta única de alcance nacional como internacionalmente frente al gobierno de Nicolás Maduro.

La respuesta del oficialismo fue declarar, mediante el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ), la inconstitucionalidad de la Asamblea Nacional, tanto a sus acciones como a sus propuestas legislativas, invalidando a Guaidó como jefe de Estado. La ambigüedad existente frente al argumento de ambos sectores pone en cuestión diversos aspectos. Por un lado, la posible falta de claridad en las elecciones generales en donde solo el oficialismo participó, dando como ganador a Nicolás Maduro, y, por otro lado, el argumento de la existencia de una “usurpación” que permite la aplicación del artículo 233, el cual da facultades a la Asamblea Nacional de renovar el mandato popular.

Análogamente, esta crisis es el reflejo de un proceso que se ha venido desarrollando en la historia americana reciente del siglo XXI, marcada por los profundos cambios políticos/económicos que han configurado el hemisferio americano en bloques. Si bien es cierto, los esfuerzos de los países de América Latina por obtener un resultado que pueda beneficiar a ambas partes, se ve obstaculizado por el endurecimiento del gobierno de Maduro. El Grupo de Lima, un bloque regional liderado por el Perú, ha expresado su reconocimiento al recién electo presidente interino de Venezuela, una clara demostración de su postura contra del régimen chavista de Maduro, a pesar de que este reconocimiento, curiosamente, solo sea a nivel gobierno y no de Estado. Como es de conocimiento general, el reconocimiento hacia un presidente implica que este tiene el control sobre los niveles que le competen dentro de su administración, por lo tanto, este debería ejercer su mandato sobre las Fuerzas Armadas, el Ministerio de Relaciones Exteriores, entre otros (que no reconocen a Guaidó como presidente electo). Cosa que en la praxis no sucede.

En consecuencia, los esfuerzos internacionales por presionar a Venezuela mediante tres canales (economía, política y diplomacia), demuestran la voluntad interamericana de hacer prevalecer los principios recogidos por la Carta Interamericana, respaldando la protección de la democracia, los derechos humanos, el Estado de Derecho, entre otros. Es bajo esta premisa que la posibilidad de una posible intervención militar solo debilitaría los principios del Derecho Internacional y, por ende, del sistema interamericano. Asimismo, la posibilidad de una injerencia militar por parte de los Estados Unidos es casi nula. Esto se debe ya que Venezuela no representa un riesgo o algún aspecto determinante para los intereses nacionales de la administración de Donald Trump. Del mismo modo, los países latinoamericanos son respetuosos del principio de no intervención, dejando así de lado algún argumento sobre una posible injerencia militar; pues esta representaría un fraccionamiento del Estado venezolano, gestando focos reaccionarios en ambos sectores políticos que se podrían utilizar como una condición legítima para nuevos conflictos, dejando a un país sin ningún rumbo político claro.

En conclusión, podemos decir que nos encontramos con un panorama que se presenta incierto ante tantas posibilidades. Venezuela, un país importante dentro de la historia americana, pasa hoy por una de sus crisis políticas y económicas más importantes. Con una gran hiperinflación, polarización política y presión internacional, Venezuela deberá de asumir el mejor camino con la finalidad de beneficiar o perjudicar a una de las partes, siendo así el desenlace que la historia nos dejará escrita.

lunes, 10 de septiembre de 2018

Reflexiones teóricas: El Balance de Poder Diádico

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La teoría de las Relaciones Internacionales a lo largo de los años, nos ha brindado métodos explicativos que nos facilitan la comprensión de los sucesos que nacen dentro del sistema internacional. Estos acontecimientos como resultados del impacto de la proyección de la soberanía de los Estados, las decisiones supranacionales o causas exógenas al proceder humano (desastres naturales), tienden a modificar y condicionar indudablemente la manera de operar de los actores, generando lo que conocemos como fenómenos internacionales. Los efectos de estos procesos gestan nuevos paradigmas que derivarán en nuevas posturas. La supervivencia como un eje crucial dentro de la vida del hombre, y por ende del Estado, ha propiciado nuevas políticas con la finalidad de contrarrestar o minimizar las amenazas de diversas maneras. 

La conformación de alianzas, desde la óptica liberal, es considerada como efectiva para poder enlazar a los Estados mediante una cooperación efectiva basada un interés colectivo que conlleve ganancias absolutas para así evitar conflictos, agregando el respeto por el Derecho Internacional como un mecanismo de regulación conductual. Si bien es cierto, la conformación de alianzas (Que en su mayoría, son promovidas por los Estados más fuertes) ha servido para promover el desarrollo y consenso de los Estados en diversos ámbitos, pero no ha podido regular del todo las amenazas ni democratizar el sistema internacional. En ciertos casos, las alianzas son producidas por un efecto de conveniencia, que en palabras de Robert Schweller, han impulsando un bandwagoning for profit (Acomodamiento por beneficios) que tiende a culminar cuando los intereses ya no son los mismos entre las partes, creando incertidumbre debido a la nueva reconfiguración del sistema internacional. Dejando al balance de poder como un mecanismo que respondería a esta situación. 

De esta manera, los Estados con mayor capacidad económica, política y militar, tienden a sobreponer sus intereses cuando estos son contrapuestos por alguna entidad o norma internacional. Es así que los Estados hegemones buscan consolidar su supervivencia mediante la manutención de su status quo o la configuración de un nuevo sistema (Imperialista en palabras de Hans Morgenthau), como por ejemplo, los acuerdos Bretton Woods a mitad del siglo XX. 

Es importante relievar que los Estados en la teoría son iguales, pero en la práctica no lo son. La justificación igualitaria de los Estados, basada en el Derecho Internacional, nos brinda un marco que puede servir para aplicarlos en los organismos multilaterales en donde el interés es compartido por las partes. La diferencia de intereses entre los Estados puede resultar en un acomodamiento del status quo. Este es el caso de los Estados Unidos dentro de la administración de Donald Trump, su política de America First promueve la vuelta al realismo clásico basado en el interés nacional como primer motor de su política exterior.

Dentro del juego internacional, el balance de poder es considerado perjudicial para muchos actores, ya que el cambio del status quo sería dejar una puerta abierta para nuevos procesos que generarían nuevos planteamientos dentro de los marcos establecidos por las potencias; por lo cual, los Estados buscan maximizar su individualidad mediante la maximización de su poder (dimensional). Por lo tanto, el balance de poder diádico consiste en el nivel de independencia que un Estado posee frente al sistema internacional. En otras palabras, el Estado que posee mayor capacidad dentro de sus dimensiones de poder (económica, militar, política, entre otras) tiene menos dependencia y necesidad de conformar de alianzas o bandwagoning (Caso Estados Unidos). Por el otro lado, lo contrario sucede con Estados menos poderosos, pues tenderán a generar más alianzas y alinearse a un Estado hegemón (Caso países latinoamericanos, africanos y asiáticos). 

En la actualidad, países como China y Rusia se encuentran en un punto medio dentro de este tipo de balance de poder. Sus dimensiones relativamente bajas frente a las de Estados Unidos, es por eso que la consolidación de su hegemonía se da en una dimensión específica, por lo que aún recurren a alianzas estratégicas para poder hacer frente al Estado hegemón. Los expertos consideran que aún nos encontramos en la transición a un nuevo sistema internacional, con lo cual es difícil poder afirmar que la estructura de poder actual es de un sistema unipolar liderado por los Estados Unidos, ya que existen actores que se perfilan como líderes en las áreas en donde el gobierno estadounidense ya no actúa, como es el caso del libre mercado en el área del Pacífico. El balance de poder es una necesidad imperante que los Estados tendrán que evaluar y formular conforme el escenario se vaya consolidando.